Los sorprendentes ataques de la jornada de ayer tienen lugar tras meses de presión sobre el régimen iraní para que acceda a detener el enriquecimiento de uranio de su industria nuclear. Tras su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump trabajó por sentar a Irán en la mesa de negociaciones y así poder eliminar la posibilidad de que el país de Medio Oriente consiga desarrollar armas nucleares.
Luego de inspeccionar las instalaciones del programa nuclear iraní, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), encabezado por el diplomático argentino Rafael Grossi, aseveró que los stocks de uranio enriquecido al 60% que Teherán poseía eran alarmantes. Considerando que el nivel de pureza necesario para fabricar una bomba atómica es del 90%, la OIEA señaló que si Irán continuaba enriqueciendo un poco más sus cantidades existentes de uranio al 60% de pureza, estaría en condiciones de producir hasta seis ojivas nucleares.
En virtud de ello, la administración Trump inició negociaciones con el régimen, con el gobierno de Omán como intermediario. Tras 5 rondas de conversaciones (y con la sexta prevista para este fin de semana), la negativa de Irán a aceptar las condiciones estadounidenses, junto con la insistencia de Israel para darle una salida militar al problema, derivó en el escenario de ayer.
«Creo que ha sido excelente. Les dimos una oportunidad y no la aprovecharon. Y aún queda más. Mucho más» declaró Trump en una entrevista luego de los ataques de Israel. Posteriormente, a través de su red social Truth Social, añadió: «Hace dos meses le di a Irán un ultimátum de 60 días para que llegara a un acuerdo ¡Deberían haberlo hecho! Hoy es el día 61… ¡Ahora quizás tengan una segunda oportunidad!»
Las oleadas de ataques aéreos que azotaron Irán tuvieron como objetivos las ubicaciones de los altos mandos militares de las fuerzas armadas, jefes la Guardia Revolucionaria y personal científico dedicado a la industria nuclear, entre otros blancos. Para luego continuar con bombardeos a instalaciones iraníes de enriquecimiento de uranio. El fin ulterior de la operación es claro, evitar a toda costa que la república islámica obtenga armas nucleares, a la luz de la falta de avances en las negociaciones.
El gobierno norteamericano afirmó no estar involucrado en la operación, aunque un ataque de tal magnitud no pudo haber ocurrido sin el visto bueno de Washington. Tanto Trump como Netanyahu habían aseverado que no permitirían que la república islámica consiga un arma nuclear. Para Israel, esto último implica una amenaza existencial, mientras que para Irán, sería una forma de disuadir a un enemigo ampliamente superior en cuanto a capacidades militares convencionales. De ello da cuenta la modesta respuesta iraní al ataque de Tel Aviv, unos pocos cientos de drones que no lograron atravesar las defensas aéreas israelíes.
Desde hace semanas, el ataque parecía inminente y las alternativas de Teherán no eran muy variadas: aceptar las condiciones impuestas por Washington y detener el enriquecimiento de uranio, o arriesgarse a que sus instalaciones nucleares fueran bombardeadas. Con sus fuerzas armadas descabezadas, su vulnerabilidad comprobada, y sus aliados regionales (Hamás y Hezbollah) debilitados, el panorama de ahora en más tampoco es muy prometedor para la república islámica.