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La nueva Política de Inteligencia Nacional: cambios, continuidades y revelaciones

Por primera vez en dos décadas, la Argentina redefine su doctrina de inteligencia con un documento que reorganiza el sistema y revela cómo el país busca posicionarse frente a un mundo marcado por la competencia geopolítica, las tecnologías de frontera y las nuevas formas de conflicto híbrido. Este artículo analiza los lineamientos de la Política de Inteligencia Nacional 2025, sus implicancias estratégicas y el giro conceptual que propone el gobierno. Por Max L. Van Hauvart Duart.

Publicado el 5 de diciembre de 2025 por Radar Austral
La nueva Política de Inteligencia Nacional: cambios, continuidades y revelaciones

Tras dos décadas sin una actualización estructural, la Argentina vuelve a contar con una Política de Inteligencia Nacional. El documento publicado por la Secretaría de Inteligencia de Estado (SIDE) constituye el primer lineamiento integral desde mediados de los 2000 y representa una refundación conceptual del rol de la inteligencia en el Estado argentino.

La SIDE lo formula claramente: “Hace más de TRES décadas que el Sistema de Inteligencia Nacional presenta un deterioro relevante que socava el funcionamiento de las instituciones democráticas”.

La afirmación es contundente y políticamente novedosa. Reconoce fallas estructurales acumuladas durante gobiernos de distinto signo, desde la incapacidad de esclarecer los atentados de 1992 y 1994, hasta la muerte del fiscal Alberto Nisman y la posterior intervención prolongada de la AFI. En 2024, el gobierno de Javier Milei decidió avanzar en una reestructuración integral del Sistema de Inteligencia Nacional (SIN) y su conducción política.

La nueva Política de Inteligencia Nacional debe ser leída como un documento doctrinario, una hoja de ruta institucional, una declaración geopolítica del Estado argentino y una reorientación del SIN hacia un modelo moderno, tecnológico y de proyección internacional

Argentina, por primera vez, pretende formular una estrategia de inteligencia en clave de poder, tecnologías emergentes, soberanía cognitiva y competencia geopolítica. Se trata de un cambio conceptual profundo que merece ser analizado con detalle.

El nuevo entorno estratégico: la inteligencia como pilar de la Seguridad Nacional

La SIDE parte de una premisa central: el mundo ya no opera bajo las lógicas estables del orden posterior a 1989. La “degradación de la arquitectura de seguridad internacional”, sostiene el documento, obliga a los Estados a desarrollar sistemas de inteligencia capaces de anticipar fenómenos que ya no respetan fronteras ni niveles de conflicto: “El conflicto demuestra como una constante el desarrollo de acciones no cinéticas mediante ciberataques, campañas de desinformación, ingeniería social y manipulación de la opinión pública”.

Esto es fundamental: Argentina incorpora oficialmente el concepto de guerra híbrida como marco interpretativo de amenazas contemporáneas. Las amenazas ya no son únicamente militares: surgen desde la economía, la tecnología, el ciberespacio, las narrativas y la presión informativa de actores estatales y no estatales.

En lo que respecta a la comparación de marcos internacionales vinculados, Estados Unidos, en la National Security Strategy (2022) considera a la “competencia estratégica con China” y las “campañas de desinformación” como amenazas centrales. En esta línea, la Integrated Review (2023) del Reino Unido, ubica a la información como “dominio estratégico”. En un sentido similar, España, en su Estrategia de Seguridad Nacional (2021) define a la “manipulación de la opinión pública” como amenaza prioritaria.

Con los lineamientos expresados en el documento que publicó el gobierno, la Argentina se alinea por primera vez con estos marcos de análisis, integrándose de esta forma a la conversación estratégica del siglo XXI.

En este marco, una importante pregunta para hacerse es qué significa “soberanía cognitiva”. Dicho término refiere a la capacidad de un Estado para proteger a su sociedad de campañas de desinformación, manipulación digital, injerencias externas en procesos políticos e ingeniería social dirigida.

La soberanía cognitiva implica que la población tenga acceso a información no distorsionada por actores extranjeros. El documento argentino adopta esta noción al plantear como objetivo: “Anticipar amenazas provenientes de influencias externas mediante la difusión deliberada de información falsa o engañosa”.

La reconfiguración institucional: un SIN renovado y tecnificado

En diciembre de 2024, el Estado disolvió la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y creó la Secretaría de Inteligencia de Estado (SIDE) como organismo superior del SIN. Esta decisión fue acompañada por la constitución de nuevos organismos:

  • SIA – Servicio de Inteligencia Argentino
  • ASN – Agencia de Seguridad Nacional
  • AFC – Agencia Federal de Ciberseguridad
  • DAI – División de Asuntos Internos

Se trata del rediseño más profundo desde la sanción de la Ley de Inteligencia Nacional (2001). El documento afirma que la intervención prolongada de la AFI constituyó un “retroceso institucional” y que era necesario reconstruir capacidades, procedimientos y marcos doctrinarios: “El proceso de reestructuración y modernización tiene como objetivo que la REPÚBLICA ARGENTINA recupere la función de inteligencia».

Este modelo se asemeja al de países que separan funciones de inteligencia nacional, contrainteligencia y ciberseguridad, evitando hiperconcentración y politización. El énfasis en autonomía técnica y modernización tecnológica es clave: Argentina busca pasar de un sistema predominantemente analógico a uno orientado a tecnologías de frontera.

Los intereses estratégicos: un mapa de prioridades nacionales

El documento define cinco intereses estratégicos que el SIN debe proteger: la soberanía y autonomía estratégica; la integridad territorial y legitimidad del Estado; vida, libertad y derechos de la población; el sistema democrático, republicano y federal; y los recursos naturales estratégicos.

Esta definición es inédita por su profundidad. Por ejemplo, la mención a la “autonomía en la toma de decisiones” o a la “protección del conocimiento nacional” integra dimensiones tecnológicas, productivas y geoeconómicas.

Comparando estos elementos con marcos conceptuales de otros países podemos encontrar lo siguiente:

  • Francia define como interés nacional la “independencia estratégica”.
  • Alemania incorpora la “protección de infraestructura crítica y cadenas de valor”.
  • Estados Unidos incluye la “seguridad económica” como elemento de seguridad nacional.

De este modo, Argentina se incorpora a esta tendencia global: la seguridad ya no se limita a lo militar.

La idea de los recursos naturales como vector geopolítico aparece en el documento, que sostiene que “La creciente demanda global de minerales críticos, fuentes de agua dulce, biodiversidad y vectores energéticos ha intensificado procesos de extracción tensionando ecosistemas”.

Esto coloca al litio, Vaca Muerta, el agua continental y la plataforma marítima como prioridades estratégicas para la inteligencia. Países como Canadá, Australia y Chile ya incorporaron hace años la protección de sus recursos críticos a sus estrategias de inteligencia. Argentina se suma ahora a este enfoque.

Los diez lineamientos estratégicos: el corazón doctrinario

Esta es la parte más importante del documento. Los diez lineamientos son la hoja de ruta que guiará el accionar de la SIDE y el SIN. A continuación, se analizan sus implicancias.

1. Comunicación estratégica, influencia y poder internacional: Argentina reconoce que la disputa geopolítica actual se libra también en el terreno de la narrativa. El documento subraya esto cuando menciona que “la comunicación estratégica se consolida como herramienta para condicionar agendas y disputar narrativas”. Esto implica que el Estado deberá monitorear los discursos de potencias, las campañas de influencia, las operaciones psicológicas y los análisis de receptores internos. Es la primera vez que Argentina adopta un enfoque de “soberanía discursiva”.

2. Desinformación e influencia externa: El documento dedica un apartado entero a la manipulación informativa al remarcar que la “difusión deliberada de información falsa… con la intención de manipular a personas vinculadas a procesos decisorios«. Esto refleja el aprendizaje global tras casos como las interferencias rusas en elecciones europeas, las operaciones chinas en redes digitales y las campañas iraníes en América Latina.

3. Poder integral de la Nación: Este lineamiento es el más amplio ya que abarca economía, democracia, instituciones, defensa, ciencia, sociedad y tecnología. Es una visión sistémica de “la evolución del orden económico y financiero puede condicionar márgenes de maniobra soberana”. El SIN deberá monitorear la fuga de talento, la dependencia tecnológica, las cadenas de suministro estratégicas y la infraestructura crítica. La inteligencia argentina se acerca así al modelo surcoreano y singapurense: seguridad y desarrollo se vuelven dimensiones indivisibles.

4. Antártida y Atlántico Sur: El documento separa dos lineamientos sobre la proyección antártica y la presencia extranjera en el Atlántico Sur y en Malvinas. Argentina sostiene que “la intensificación de actividades científicas, logísticas y militares por parte de potencias extrarregionales” exige vigilancia permanente. Puede interpretarse como un reconocimiento del avance británico y de la creciente presencia de actores globales (China, EE.UU.) en el Atlántico Sur. La Antártida aparece como un vector de soberanía estratégica, científica y logística.

5. Recursos naturales estratégicos: Incluye minerales críticos, energía, biodiversidad y agua. La SIDE deberá anticipar acaparamiento, explotación indebida, presiones geopolíticas o impacto climático. Este enfoque ubica al litio y Vaca Muerta como variables geopolíticas, no solo productivas.

6. Ciberespacio: el documento señala que “el ciberespacio se ha consolidado como dominio operativo, vector de influencia y superficie de ataque”. Esto abarca la ciberdefensa, el monitoreo de flujos digitales, la trazabilidad de intrusiones y la protección de datos e infraestructura crítica. En este sentido, la creación de la Agencia Federal de Ciberseguridad (AFC) es clave. Su rol será similar al de CISA en EE.UU. o NCSC en Reino Unido.

7. Tecnologías de frontera: Incluye a la IA, a la computación cuántica, a la biotecnología avanzada y a los sistemas autónomos. Argentina reconoce que estas tecnologías son un vector de poder global con “capacidades que habilitan nuevas formas de disuasión y resiliencia institucional”. La SIDE deberá vigilar adopción, dependencia y potencial empleo dual.

8. Terrorismo: Se destaca el riesgo persistente de redes vinculadas a Medio Oriente y actores extrarregionales. Es el primer documento desde 2001 que retoma el tema de modo explícito.

9. Crimen organizado: Se lo define como “estructura de poder paralela” con capacidad de cooptación institucional. Una definición muy superior al enfoque tradicional de “delincuencia compleja”.

10. Contrainteligencia: El documento afirma que “las operaciones encubiertas redefinen los márgenes de vulnerabilidad institucional«. Esto abarca espionaje económico, infiltración política, presión normativa externa y penetración indirecta. Contribuye a cerrar la tríada conceptual del documento: inteligencia, ciberseguridad y contrainteligencia.

Estos nuevos lineamientos entrañan tres cambios doctrinarios clave:

  1. De inteligencia reactiva a inteligencia anticipatoria.
  2. De seguridad interior a seguridad estratégica.
  3. De amenaza militar a amenaza multidimensional.

¿Qué revela este documento sobre la visión estratégica del gobierno de Milei?

Sin ser un texto político, la Política de Inteligencia Nacional deja ver con claridad la visión que orienta al gobierno en materia de seguridad estratégica:

1. Argentina se concibe como actor en la competencia geopolítica global: El énfasis en el Atlántico Sur, Antártida, recursos críticos y tecnologías emergentes indica una ambición de reposicionamiento internacional.

2. La tecnología pasa a ser un vector central del poder nacional: IA, cuántica, biotecnología, ciberdefensa.

3. El Estado recupera la iniciativa en la defensa de su soberanía cognitiva: La mención explícita a desinformación e influencia externa muestra un giro moderno y necesario.

4. El crimen organizado es concebido como actor político y no solo criminal: Esto permite al Estado abordar el fenómeno con mayor densidad estratégica.

Desafíos de implementación: la brecha entre doctrina y capacidad

Es un documento ambicioso, sofisticado y moderno, pero su aplicación exigirá:

1. Recursos técnicos y humanos de alto nivel: La SIDE deberá reclutar talento en ciberseguridad, análisis geoestratégico, ciencia de datos, IA y prospectiva.

2. Coordinación interagencial real: El documento prevé interacción con Defensa, Seguridad, Cancillería, Energía, Ciencia y Economía. La coordinación será clave para evitar solapamientos.

3. Marcos de cooperación internacional y autonómica: El desafío es vincularse con potencias sin comprometer autonomía estratégica.

4. Mecanismos de control democrático: La ley 25.520 establece controles, pero deberá actualizarse para un ecosistema digital y tecnocientífico.

7. Un giro histórico en la inteligencia argentina

La Política de Inteligencia Nacional 2025 no es una simple actualización técnica. Es la tercera refundación del sistema de inteligencia desde 1983. La SIDE resume el espíritu del documento en su cierre: “Inteligencia Nacional, vigilia permanente por la Seguridad Estratégica de la República Argentina”.

Este nuevo marco coloca a la inteligencia en el centro del proyecto estratégico nacional. Si se implementa con profesionalismo, autonomía técnica y recursos, puede convertirse en la base de una Argentina más soberana, segura y tecnológicamente preparada para el mundo que viene.

Por Max L. Van Hauvart Duart.

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