El conflicto, que desde el domingo pasado ha dejado centenares de muertos, comenzó con choques locales entre combatientes drusos y tribus beduinas, pero escaló rápidamente con la intervención del Ejército sirio, que apoyó a los beduinos. Testigos denunciaron ejecuciones sumarias y saqueos atribuidos a las tropas gubernamentales, mientras que las milicias drusas tomaron represalias que dejaron como resultado cientos de desplazados.
Estados Unidos, Turquía y países árabes lograron el miércoles un alto el fuego temporal que preveía la retirada de las fuerzas del gobierno central y dejaba a facciones y líderes drusos a cargo de la seguridad interna. Sin embargo, nuevos combates estallaron la noche del jueves en las afueras de Sueida, lo que llevó a Damasco a negociar su regreso con parte de las facciones locales.
Israel, que considera a los drusos una minoría aliada dentro de su territorio, intervino militarmente esta semana con decenas de ataques aéreos contra convoyes sirios e incluso contra edificios gubernamentales en Damasco. Un funcionario israelí, citado el viernes por medios locales, afirmó que Tel Aviv permitió “de manera limitada” el ingreso de fuerzas sirias a Sueida por 48 horas para “restablecer la estabilidad”, pero advirtió que no tolerará un despliegue permanente del Ejército sirio en áreas de mayoría drusa.
En este marco, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede en el Reino Unido, denunció que tanto fuerzas gubernamentales como combatientes drusos han cometido ejecuciones sumarias. Del mismo modo, la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos reclamó este viernes que se realicen las investigaciones pertinentes y advirtió sobre “violaciones generalizadas” que incluyen asesinatos, secuestros y destrucción de viviendas.
El presidente interino, Ahmad al Sharaa, defendió el regreso de las tropas como una medida para “proteger las instituciones del Estado”, mientras enfrenta un nuevo desafío para un gobierno cuyo control territorial está severamente limitado.