De las escenas vividas últimamente en Reino Unido, de batalla encarnizadas entre comunidades musulmanas y los llamados nacionalistas, nos vuelve a la cuestión de que algo se está cocinando en Europa.
El tejido social europeo se ha tensado hasta el cansancio y todo indica que, si la solución no es por vías institucionales, la crisis y el caos generalizado están al llegar.
Por un lado, tenemos a Bruselas que, poder centralizado y coaccionando a los países miembros de la UE, exige a los países apertura indiscriminada a migrantes africanos; mientras dicho mensaje respaldado por una agenda ‘’woke’’ que, por sus portavoces favoritos (medios de comunicación tradicionales, Hollywood, académicos y demás yerbas) insiste en una culpabilidad europea de todos los pecados del mundo.
Por el otro, poblaciones nativas europeas que, añorando el orden y la seguridad, comienzan a gestionarse las propias respuestas ante el silencio de los Estados. Los linchamientos a comunidades migrantes son una muestra de ello.
A todo este escenario trágico en el que se encuentran los países europeos, donde sus dirigencias políticas e incluso religiosas (léase Papa Francisco) escupen sobre sus propias raíces, surge un homenaje que debe hacerse y un reconocimiento a una persona fallecida en la muerte publica por sus mensajes fuertes y sinceros.
Oriana Fallaci surge como esos héroes excomulgados, que, siendo condenados en vida, deben ser recuperados póstumamente.
Esta valiente periodista italiana, reportera de guerra, de carácter fuerte y de franqueza extrema, desarrolló en sus escritos, hace casi 20 años, el peligro que acarreaba la migración indiscriminada en su querida Italia, y por extensión, a toda la Europa.
Desde el 11S, ella manifestó abiertamente como Europa olvidaba sus raíces cristianas y avanzaba en un agenda open-mind que solo traería destrucción y caos. ¿No es lo que vemos continuamente en estos días por aquellos lares?
Vaya entonces un pequeño y modesto homenaje a esta gran polemista como lo fue Oriana Fallaci; que sus predicciones no fueron escuchadas y hoy son realidades.
La dirigencia política europea, influida por filosofías posmodernas, olvida sus raíces y ataca lo suyo, alabando lo extraño y lo ajeno; sin tener en cuenta que lo extraño y lo ajeno quiere destruir lo europeo.
¿Habrá alguna respuesta institucional? ¿La dirigencia política progresista hará un mea culpa de la tragedia ocasionada?
Dios guarde a Europa… de ella misma.