El reciente enfrentamiento mediático entre el presidente Trump y Elon Musk no solo refleja una pugna de egos entre dos de las figuras más influyentes a nivel internacional. Detrás de las acusaciones mutuas y las advertencias, se asoma la posibilidad de que se vean afectadas áreas y proyectos vinculados a operaciones espaciales, debido a la estrecha relación que mantienen la NASA y SpaceX.
La advertencia del mandatario de cancelar todos los contratos gubernamentales con Musk fue respondida con otra amenaza por parte del empresario: desmantelar «inmediatamente» la nave espacial Crew Dragon, diseñada por SpaceX y utilizada por la NASA para enviar astronautas y suministros a la Estación Espacial Internacional (EEI). Si bien horas más tarde, en otro posteo, Musk dio marcha atrás, el cruce puso la atención en la dependencia que tienen algunos programas clave relacionados al espacio y la seguridad nacional respecto de SpaceX.

El programa de Lanzamiento Espacial de Seguridad Nacional (NSSL), que depende de la Fuerza Espacial y de la Comunidad de Inteligencia, tiene a la serie de cohetes Falcon de SpaceX como alternativa predilecta para poner en órbita cargas sensibles, como satélites espía.
Actualmente, SpaceX y United Launch Alliance —firma conjunta de Lockheed Martin y Boeing— son los únicos dos proveedores autorizados a competir por las misiones del NSSL ejecutadas hasta el año 2027. No obstante, ULA tuvo que desarrollar un nuevo cohete ya que sus modelos previos utilizaban motores rusos (ahora vetados), proceso durante el cual tuvo algunos contratiempos. En esta línea, un miembro de la Fuerza Espacial le expresó al Comité de Fuerzas Armadas de la Cámara de Representantes que ULA todavía no está en condiciones de competir por misiones NSSL.
Por lo tanto, cualquier interrupción en los contratos y la colaboración entre el gobierno estadounidense y SpaceX supondría retrasos inmediatos, dándole más de un dolor de cabeza al Departamento de Defensa.