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Récord en el gasto militar global: ¿Cómo lo interpretamos en clave geopolítica?

El mundo atraviesa una etapa de creciente militarización. En 2024, el gasto militar global alcanzó la cifra sin precedentes de USD 2,7 billones, un incremento del 9,4 % respecto al 2023. Aunque la cifra impresiona, no representa un fenómeno nuevo, indica la profundización de tendencias estructurales hacia la fragmentación del poder militar global.

Publicado el 5 de mayo de 2025 por Facundo Galli Lobo
Récord en el gasto militar global: ¿Cómo lo interpretamos en clave geopolítica?

Rearme global: el contexto de fondo

El nuevo récord de USD 2,7 billones en gasto militar mundial alcanzado en 2024 puede parecer alarmante a simple vista. Sin embargo, es la manifestación clara de un proceso en curso: el tránsito hacia un orden internacional más competitivo, impredecible y fragmentado. En este escenario, cada vez más Estados, tanto tradicionales como poderes emergentes, optan por fortalecer su aparato militar como garantía de autonomía y supervivencia.

Puesto en perspectiva, la pérdida de eficacia del sistema multilateral no es una novedad. Pero la invasión rusa a Ucrania en 2022 confirmo una realidad subyacente a menudo ignorada entre medios y análisis de corte idealista: la anarquía persiste como el principal principio ordenador del sistema internacional. Si los Estados quieren prevenir el conflicto y garantizar su supervivencia, deben invertir en sistemas de defensa modernos que les permitan actuar de acuerdo a los intereses estratégicos propios.

Actores como Turquía, India, Rusia y China ya no delegan su seguridad en potencias globales como Estados Unidos. En cambio, avanzan en la construcción de capacidades militares autónomas, tanto ofensivas como defensivas, con el objetivo de ganar protagonismo en la toma de decisiones geopolíticas.

KAI KF-21 Boramae de Corea del sur.

Europa, epicentro del aumento

Europa fue la región que más impulsó el aumento del gasto, con un crecimiento del 16%. El conflicto en Ucrania aceleró la remilitarización del continente, tanto en países fronterizos como en potencias centrales. Alemania, por ejemplo, ascendió al cuarto lugar mundial en gasto militar, con una inversión de USD 66.600 millones, un 23,2 % más que en 2023.

Rusia, por su parte, destinó USD 145.900 millones (+41,9 %), en un esfuerzo por sostener su campaña militar prolongada y reposicionarse estratégicamente frente a la OTAN. En tanto, Ucrania destinó el 34 % de su PBI a defensa, lo que refleja el impacto devastador del conflicto en su economía nacional.

EE.UU. y China: la competencia sistémica

Estados Unidos continúa siendo el mayor inversor en defensa, con USD 997.000 millones, lo que representa el 37 % del gasto mundial. Esta cifra refleja la centralidad del complejo militar-industrial estadounidense y su rol en la arquitectura de seguridad global, especialmente en Europa y el Indo-Pacífico.

China, con USD 314.000 millones, consolida su segundo puesto en el ranking global. Su crecimiento sostenido en defensa se alinea con su ambición geopolítica: disuadir a adversarios regionales y proyectar poder más allá de Asia, desarrollando capacidades tecnológicas autóctonas avanzadas.

El gasto en defensa de los países que lideraron el ranking, está estrechamente vinculado a su necesidad de garantizar el acceso y control de recursos estratégicos (minerales, hidrocarburos) regionales. Y, en el caso de China y EE.UU también se suma la ambición de monitorear los pasajes marítimos vitales para el comercio global.

Presencia sin potencia: Sudamérica frente al reordenamiento militar global

Mientras que Sudamérica mantuvo su gasto relativamente estable, América Central y el Caribe registraron un aumento del 31 %, impulsado por políticas de seguridad interna y modernización de sus equipos, a menudo gravemente deteriorados por retrasos presupuestarios.

En América Latina no se detectan riesgos de conflictos interestatales de relevancia, salvo preocupaciones puntuales en la necesidad de resguardar sus fronteras y recursos frente al impacto potencial que puede tener el reordenamiento de fuerzas existentes dentro del sistema internacional.

El caso de Argentina

Según el SIPRI, Argentina cerró 2024 con el nivel más bajo de gasto militar en 20 años: el 0,47 % de su PBI. A pesar de algunos hitos e inversiones puntuales, como la adquisición del sistema de armas F-16, el país enfrenta serias limitaciones estructurales: obsolescencia en bloque del material, escaso financiamiento sostenido a lo largo de los años y débil articulación entre defensa, ciencia y política exterior.

Presentación del aparato «N°25» para instrucción en tierra del personal.

A nivel interestatal, los desafíos estratégicos argentinos podrían articularse en torno a tres ejes clave:

1. La disputa con el Reino Unido por las Islas Malvinas. Londres ha fortalecido su presencia militar en el área, realizando ejercicios conjuntos y promoviendo el desarrollo de infraestructura logística.

2. La competencia por recursos en el Atlántico Sur, especialmente la pesca y los hidrocarburos.

3. El futuro de la Antártida como teatro geoestratégico de disputas. Particularmente frente a la eventual revisión del Protocolo de Madrid en 2048. Esto exige consolidar capacidades logísticas y disuasorias en el sur argentino mediante bases, modernización y control efectivo del territorio.

Argentina frente al espejo: ¿proyección o repliegue?

El récord del gasto militar global no implica una carrera armamentista inevitable, pero sí una serie de advertencias a tener en cuenta.

Si bien EE.UU. sigue desempeñando un rol central en cuanto a la acumulación y desarrollo tecnológico militar de vanguardia, el número de países dispuestos a asumir un mayor protagonismo internacional sigue creciendo.

La desconfianza en el sistema multilateral normativo aumenta a medida que los Estados centrales le restan importancia para ejercer en su lugar la “política de las grandes naciones”. Tal como se pudo apreciar en la reacción de Europa de impulsar su rearme luego de la decisión de Donald Trump de emprender negociaciones en solitario para resolver la guerra de Ucrania.

Por otro lado, la competencia global por recursos estratégicos es un hecho, y el desafío para Argentina no es igualar a las potencias centrales en inversión en defensa, sino decidir si desea desempeñar un rol relevante en su propio entorno o dejar el resguardo de su soberanía a voluntades ajenas y, en ocasiones, hostiles al propio interés nacional.

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