Tras casi medio año de la crisis política desatada en diciembre de 2024, cuando el entonces presidente Yoon Suk Yeol declaró la ley marcial, Corea del sur tiene un nuevo líder. Lee Jae-myung, dirigente político liberal, ganó las elecciones anticipadas del martes con casi un 50% de los votos, frente al 41,15% obtenido por su rival conservador Kim Moon-soo. Este resultado puso en evidencia el rechazo de la ciudadanía contra el rumbo que tomó la anterior administración.
El ex líder opositor y ahora presidente del país, asumió el cargo el día de hoy con enormes desafíos por delante. Dirigiéndose al parlamento, donde hace seis meses entró saltando un muro perimetral para oponerse a la ley marcial declarada por Yoon, sostuvo que su gobierno será «pragmático y promercado». Debido a la urgencia del contexto (elecciones anticipadas por destitución del presidente anterior), Lee asumió sus funciones tan solo un día después de ser electo. Normalmente el ganador de las elecciones tiene un plazo de dos meses antes de asumir para definir la composición del gabinete.
Los desafíos que tiene Lee por delante
A finales del año pasado, el presidente Yoon declaró la ley marcial acusando a la oposición de contener «elementos pro-Corea del norte». De este modo, ordenó a los militares rodear el Parlamento para suspender temporalmente sus funciones. Sin embargo, los parlamentarios se opusieron y llevaron a cabo una votación para rechazar la ley marcial, decisión que fue acatada por los uniformados.
Este episodio sumió a la cuarta economía más grande de Asia en una profunda crisis política, llegando a poner en duda la solidez del sistema democrático surcoreano y despertando fuertes críticas en Washington. Naturalmente, el desorden político tuvo sus repercusiones económicas, generando incertidumbre en los mercados. Y como si fuera poco, meses más tarde empezó la encruzijada arancelaria de Donald Trump, añadiendo otro reto a la economía de Corea del sur.
Además de asegurar la estabilidad política, Lee tiene por delante la tarea de gestionar las relaciones bilaterales con Estados Unidos en un contexto delicado. Al margen de la cuestión comercial y económica, Washington garantiza la seguridad de Corea del sur bajo la promesa de defenderla ante un eventual ataque de su vecino del norte.