Este enfoque centralizado ha dejado a los diplomáticos estadounidenses desinformados sobre acciones militares críticas, incluyendo los ataques aéreos de junio contra las instalaciones nucleares de Irán, generando confusión entre los aliados extranjeros que buscan claridad sobre las intenciones estadounidenses.
La fuerza laboral del NSC se ha reducido de alrededor de 400 personas en administraciones anteriores a menos de 150 durante la reestructuración de Trump. Los recortes afectaron profundamente las divisiones regionales; solo en la sección de Medio Oriente, el personal pasó de diez a cinco personas. Muchos funcionarios de carrera en asignaciones temporales provenientes del Departamento de Estado, el Pentágono y agencias de inteligencia fueron enviados de regreso a sus departamentos de origen. El objetivo, según fuentes de la administración, era eliminar burocracia y duplicación mientras trasladaban la mayoría de las operaciones de vuelta a sus departamentos originales.
El Secretario de Estado Marco Rubio ahora sirve simultáneamente como asesor de seguridad nacional después de que Trump destituyera a Mike Waltz en mayo. Este doble cargo, que no se veía desde la época de Henry Kissinger en la década de 1970, concentra la autoridad de la política exterior en menos manos. La destitución de Waltz se produjo después de que añadiera inadvertidamente a un periodista en un chat privado de Signal donde se discutían operaciones militares en Yemen.

La dependencia de Trump de este equipo reducido —que incluye a Rubio, el vicepresidente JD Vance, la jefa de gabinete Susie Wiles y el secretario del Tesoro Scott Bessent— refleja su preferencia por asesores que ejecuten sus decisiones en lugar de cuestionarlas. Un exfuncionario señaló que «el presidente ahora es totalmente el mariscal de campo, y no quiere demasiada gente en el grupo».
La reestructuración ha creado desafíos para la coordinación de políticas, y las naciones aliadas tienen dificultades para navegar en un sistema donde incluso altos funcionarios a veces carecen de claridad sobre las posiciones de EE. UU.. Los críticos advierten que este enfoque aumenta el riesgo de consecuencias imprevistas al eliminar perspectivas diversas del proceso de toma de decisiones.