Cuando las fuerzas especiales rusas cruzaron la frontera hacia Ucrania en la madrugada del jueves 24 de febrero de 2022, no solamente la guerra volvió al continente europeo, sino que comenzó la primera contienda de inteligencia artificial de la historia. En la confusión y la endeble posición ucraniana de los primeros meses del combate, Kiev dio los primeros pasos para usar las más modernas herramientas del siglo XXI para tratar de preservar su nación frente a la agresión de una gran potencia mundial.
Cuatro meses después del inicio de las hostilidades y en un momento cuando el futuro de Ucrania como nación independiente era incierto, Alex Karp, el CEO de Palantir Technologies, cruzó la frontera desde Polonia. La comitiva tecnológica que lo acompañó se reunió con el presidente Vlodomir Zelensky, quien todavía habitaba casi continuamente su búnker reforzado. En esa reunión se selló una cooperación abarcativa para dotar a Kiev de un campo de batalla virtual, actualizado en tiempo real e impulsado por potentes algoritmos e inteligencia artificial.
El sistema que la empresa Palantir puso a disposición de los altos mandos ucranianos, posee una serie de herramientas de análisis y manejo de datos que comenzaron a ser desarrolladas luego del atentado a las Torres Gemelas. Se rumorea que la empresa ha sido utilizada en el pasado para misiones como la búsqueda de Osaba Bin Laden, y tiene entre sus clientes y accionistas a la CIA, el FBI y la NSA. Actualmente está valuada en $54.000 millones de dólares y ofrece sus servicios a los principales gobiernos y agencias de inteligencia de Occidente. La lógica detrás de sus sistemas es más bien simple, pero a la vez increíblemente compleja. Sus algoritmos analizan enormes cantidades de datos de satélites, imágenes de tropas en el terreno, redes sociales, entre otras fuentes, para armar una imágen milimétrica en tiempo real del campo de batalla.
Ucrania ha probado ser el laboratorio ideal para la administración en tiempo real de una guerra utilizando tecnología avanzada. El país antes de la invasión ya era un hub de recursos humanos e innovación tecnológica, con más de 300.000 personas trabajando en alta tecnología. Individuos que ahora han sido puestos a trabajar en la administración de las nuevas herramientas. Actualmente media docena de instituciones públicas ucranianas utilizan los sistemas de Palantir, incluyendo el Ministerio de Defensa, el de Economía y el de Educación. Según su CEO Alex Karp, la empresa “es la responsable de la selección de la mayoría de los objetivos militares a atacar en Ucrania”. La enorme capacidad de procesamiento de datos, permite a fuerzas numéricamente inferiores como las ucranianas decidir de forma precisa cómo utilizar cada munición para generar el mayor impacto posible. Esto ayuda al ejército ucraniano a generar una descentralización en la toma de decisiones en el campo de batalla, en oposición a la burocracia jerárquica de la era soviética que todavía afecta al ejército ruso.
La tecnología no solo está siendo utilizada en el campo de batalla, si no, de forma crucial, para recopilar evidencia de crímenes de guerra, operaciones de remoción de minas antipersonales, distribución de individuos desplazados por la guerra y el combate contra la corrupción. Pero Palantir no está sola en su asistencia a Ucrania, esta es una guerra tanto física como virtual. La polémica empresa estadounidense de reconocimiento facial Clearview, ha sido utilizada para identificar los rostros de más de 230.000 soldados rusos desplegados en Ucrania. Firmas como Starlik, propiedad de Elon Musk, han sido cruciales en mantener al ejército conectado a internet y por tanto con capacidad real de combatir una guerra moderna. Microsoft, Amazon y Google, han aportado por su parte espacio de almacenamiento en sus servidores Cloud. La guerra moderna necesita tanto de proyectiles de artillería como de servidores y satélites.
Sin embargo, no debe entenderse que la guerra solo se está disputando mediante Inteligencia Artificial y algoritmos. Múltiples altas fuentes militares estadounidenses son escépticas de la utilidad real que los sistemas como Palantir pueden aportar. Según Bill LaPlanta, subsecretario de Defensa de los Estados Unidos para Adquisiciones y Sostenimiento: “No estamos peleando en Ucrania con Silicon Valley en este momento, aunque ellos van a intentar atribuirse el mérito por ello».
Por otro lado existen críticas de organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil que argumentan el potencial peligro que representa el uso indebido de estas tecnologías. Según Jorrit Kaminga, directora de política global de RAIN, una firma de investigación especializada en IA de defensa: «Ucrania es un laboratorio viviente en el que algunos de estos sistemas habilitados por IA pueden alcanzar la madurez a través de experimentos en vivo y una reiteración rápida y constante». Firmas como Palantir están utilizando el conflicto como una prueba “Beta” de lo que sus productos pueden hacer y los potenciales problemas que puedan presentar, para poder ser más efectivos a la hora de venderlos a otros clientes. A su vez, se están generando preguntas en diversos ámbitos en Europa sobre las implicancias sobre las normas de privacidad y protección de datos personales que sistemas como Clearview o Palantir pueden tener en caso de ser implementados en sus países.
Desde los cuarteles y los ministerios ucranianos las dudas sobre privacidad han pasado a un segundo plano. En un contexto de gran inferioridad de condiciones materiales y económicas, Ucrania ha tratado de innovar para poder maximizar sus recursos, tomando decisiones basadas en la mayor cantidad de datos posibles. Buscando que cada proyectil cause el mayor daño al enemigo. La invasión rusa puede haber desencadenado el primer paso en la guerra del siglo XXI, el uso a gran escala de inteligencia artificial.